En el Oído Medio de Edda Armas. Poesía.uc.edu.ve. Edición 82. Valencia. Octubre 2024.

Publicado este año en Sevilla por la editorial Hojas de Hierba llega a Caracas En el oído medio que, si no me equivoco, completa a la fecha dieciocho títulos de poesía de Edda Armas. No hay duda de que ha sabido mantener el oficio, y eso lo ha logrado mediante la resistencia, la tenacidad y la fe en la escritura. Lo que nos ha ocurrido pone a prueba la ética del escritor, y aunque parezca sorprendente quienes escribimos en Venezuela estamos bien entrenados para resistir, lo hemos seguido haciendo durante estos años cada vez más en el vacío, y aquí estamos y aquí seguimos, pero ¿de qué escribir? Tengo la convicción de que nadie, en ningún momento, sea favorable o desfavorable, escribe fuera de su contexto y por contexto entiendo un mundo muy amplio que va de lo personal a lo colectivo, de la cultura propia al tiempo que a cada quien le ha tocado, y un sinfín de circunstancias. Me parece que ese contexto condiciona no solo lo que se escribe sino lo que se lee, al menos así me ha ocurrido a mí.  Eso que llamamos la realidad se mete por todas partes y no nos queda más remedio que abrirle la puerta. Venimos escribiendo acerca de la violencia y la diáspora porque todos somos de alguna manera exiliados. La escritura, el arte, el pensamiento, no tienen referencias en la Venezuela de hoy, todo lo que se haga en esos campos ocurre al margen. Todo ocurre en medio de la destrucción y paradójicamente vivimos una tragedia productiva. Este poemario es una prueba de lo que estoy diciendo. Leerlo me conmueve y me sume en un terreno doloroso, pero al mismo tiempo me contenta y me consuela porque, como apunta Edda: “Duele la flor arrancada”, y líneas más abajo, “Allí donde está el dolor esta también lo que salva”.

Yo le agradezco que me haya invitado a decir estas palabras de presentación porque así he tenido que repasar con cuidado por estas páginas, leerlas y oírlas, para ustedes. Es un poemario de escucha, como bien dice el título, y lo he escuchado como un largo poema coral que se gesta en la polis, con pausas que la misma poeta señala y con intervenciones de otros poetas, que no son simples citas literarias sino inserciones en una misma conversación de voces diversas de quienes se reúnen para hablar el sufrimiento, o si se prefiere, denunciarlo: “que sea el rumor colectivo el pitazo que taladre”. Bastaría para afirmar esto leer las dedicatorias: “a quienes sufren prisión, exilio, olvido. A los valientes jóvenes escuderos de 2017. a quienes se miren en este espejo, donde quiera que estén”.  Y más adelante, insiste: “Nombras a los caídos en este demoledor tiempo-país… Somos este largo tiempo sordo, aun cuando el afuera suceda a gritos”. Estamos evidentemente ante un poema político, y, por si quedara alguna duda, un poema inscrito en el tiempo venezolano que nos ha tocado sobrevivir y en el que “andamos y vamos viendo las fachadas del nuevo laberinto”, “con la paciencia/de extremados días de esta alargada agonía”.

Es un poema que quiere hablar con otros, que recoge lo que más de treinta poetas han dicho para expresar vivencias cercanas, y decirnos a los que atravesemos sus páginas que nuestra experiencia está también contenida en sus palabras, que podemos sentirnos acompañados en la travesía por algunos que han vivido en circunstancias similares, y por otros cuyas palabras evocan semejanzas y consuelos. Y digo consuelo porque el que otro hable y subraye lo que a mí me duele acompaña y mitiga la soledad de la herida. Valgan como ejemplo estas líneas:

Son tantos los idos y los que han muerto.

Este es un País: donde se impone el adiós.

         No es, sin embargo, y quisiera aclararlo, un libro de lamentaciones. Es, como lo define la autora, un “memorial colectivo”. Una llamada a no olvidar lo perdido. “No se cuentan los muertos. Los migrados. Los tránsfugas. Los heridos. Los errantes…la ola de desaparecidos perturba, retumban las cifras, sin o con nombres, en el oído medio”, y también a restaurarlo: “el alma de la ciudad debe ser reconstruida”. ¿Y cómo se reconstruye el alma de una ciudad? Si necesitáramos, y seguramente lo necesitaremos, reconstruir buena parte de lo que ha quedado destruido será una tarea ardua, y sabremos a quién buscar para llevarla a cabo. Pero, reconstruir el alma de una ciudad, ¿cómo se hace eso? Y al mismo tiempo, al decirlo, me doy cuenta de que es urgente, es lo más necesario, y además un compromiso que no podemos delegar. Es una pulsión que cada uno de nosotros tendrá que imaginar porque su texto no está escrito ni sabemos cómo emprenderla. Lo que Edda Armas nos señala es que esa es la tarea pendiente, la de cada uno y la de todos.

Caracas, Librería El Buscón, 28 de agosto 2024