“Estar a favor o en contra de cualquier cosa es inmediatamente penalizado por algún sector, grupo o círculo de opinión; (…) Todo se lee bajo la óptica de bueno o malo que elimina los matices y la capacidad intelectual de diferenciación”.
Cada día se hace más difícil tomar partido. Estar a favor o en contra de cualquier cosa es inmediatamente penalizado por algún sector, grupo o círculo de opinión; permanecer neutral también es un problema porque probablemente indica falta de empatía o banalización. En fin, que abstenerse o pronunciarse es sumamente delicado hoy por hoy ya que la atomización de las opiniones impide concertar posiciones. Todo se lee bajo la óptica de bueno o malo que elimina los matices y la capacidad intelectual de diferenciación. Veamos algunos ejemplos.
El reciente asesinato de una joven iraní por la policía de la moral, cuya preocupación mayor es que se cumplan las reglas de vestimenta en público, ha ocasionado numerosas protestas en el ámbito internacional. Una de ellas fue protagonizada por actrices y cineastas que se cortaron un mechón de pelo frente a las cámaras de sus celulares. Apenas el video se viralizó, ya la opinión estaba dividida entre quienes aplaudieron el gesto y quienes lo criticaron como una banalización ya que, efectivamente, las mujeres que aparecen en las imágenes no se rapan con fiereza la cabellera, sino que se cortan cuidadosamente unas punticas más o menos sobrantes. Pero si ninguna famosa dijera nada sobre el tema, también escucharíamos el rugido de los que condenan el silencio.
Hay casos más complicados de evaluar, como las expresiones del movimiento Me Too que terminan en las llamadas cancelaciones, es decir la borradura de todo aquel que sea sospechoso de abuso sexual. Quien se permita dudar de alguna de sus acusaciones es inmediatamente considerado una persona machista, sea hombre o mujer. También ocurre que, si alguien defiende su posición heterosexual o su creencia en la familia natural, de inmediato se diagnostica homofobia y transfobia. Y si defiende, como es mi caso (soy feminista hibrido de segunda y tercera ola, no de cuarta y quinta), la existencia de las mujeres por sí mismas, sin necesidad de ser mujeres cis para diferenciarse de las mujeres trans, corre el riesgo de ser cancelada, como lo ha sido J. K. Rowling, la genial creadora de Harry Potter.
“Para que se estabilicen las aguas y se neutralice el odio a la diferencia falta un buen rato”
Los límites de los derechos reproductivos son aún más polémicos. No se trata del derecho a definir identidades y elecciones sino situaciones que afectan la bioética. ¿Todo aquello que es posible por medio de la tecnología médica es éticamente aceptable? Dicho de otro modo, todo lo que los seres humanos son capaces de producir fácticamente, ¿tienen el derecho de hacerlo? En mi opinión, no, pero estoy segura de que al decirlo alguien puede calificarme de facha, nazi, o algo peor.
En el ámbito político el asunto no es menos grave. Como es bien sabido la división derecha/izquierda es muy antigua y se dice que surgió por un hecho fortuito (la distribución de las bancadas en la Asamblea Nacional durante la Revolución Francesa de 1789). Se extendió en el tiempo y sigue siendo una forma de definir las tendencias políticas en muchos países. En Venezuela, creo recordar de los lejanos años ‘60, se hablaba más bien de izquierdistas y reaccionarios (los que reaccionan contra la revolución). En cualquier caso, derecha e izquierda han sido consideradas posiciones opuestas y válidas que conforman expresiones de la conciencia política. Ya no. Ahora la izquierda es un nido de alimañas totalitarias, estalinistas agazapados que es necesario eliminar, y otro tanto ocurre con la derecha. Cualquier posición derechista es inmediatamente calificada de fascista y de nazi. Y resulta que nazi es casi todo, lo que produce una enorme confusión. Una persona autoritaria no es un nazi, ni lo es alguien que se oponga al aborto o a la condición transgénero, o que defienda la propiedad privada, o esté en contra de los impuestos. La utilización abusiva del término se ha convertido en un uso demonizado e indiscriminado del mismo, que no tiene nada que ver con la ideología del partido Nacional Socialista Alemán. Un ejemplo: con frecuencia las protestas de las mujeres frente a los abusos, violaciones, discriminaciones y otras lesiones llevan a que sean calificadas de feminazis, lo que no es sino una manera de criminalizar a las mujeres y, dicho sea de paso, demostrar la total ignorancia con respecto a lo que significó el partido Nazi en la Europa de la primera mitad del siglo XX.
Otro asunto temible es el juicio acerca de las posiciones frente a conflictos políticos, y más si son conflictos que implican situaciones bélicas. La reciente entrega del Premio Nobel a la escritora francesa Annie Ernaux es un caso que vale la pena comentar. Hasta ahora no conocía demasiado acerca de ella, pero los medios internacionales han revelado que Ernaux apoya abiertamente la causa palestina. Conclusión: es antisemita. Y es de suponer que si es antisemita es nazi.
Mi reflexión provisional sobre estas cuestiones es que los prejuicios, discriminaciones y odios que durante siglos han agraviado a tantas personas (y aún continúan haciéndolo), se han visto afortunadamente puestos en cuestión y son rechazados por una gran parte de la humanidad, pero lamentablemente han generado una nueva estirpe del prejuicio: la acusación y condena, no siempre bien fundada y sustentada, por parte de aquellos que se consideran política y moralmente correctos, bien pensantes y bien actuantes, y se presentan ante el mundo como los nuevos inquisidores de la fe. Es decir, que para que se estabilicen las aguas y se neutralice el odio a la diferencia falta un buen rato.